Luis
M. Sáenz Jesús Neira y el riesgo de la igualdad agosto 2008 Jesús Neira está en estado de coma, muy grave, a consecuencia de la violenta agresión de Antonio Puertas el 2 de agosto de 2008 cuando Jesús intervino para evitar que A.P. siguiese golpeando a una mujer. Tras varios días en libertad, por fin ha sido dictada prisión incondicional para el presunto agresor. Ya había sido detenido tras la agresión pero fue puesto en libertad por el Juzgado de Violencia de Género de Aranjuez. Ahora, la acusación de lesiones ha sido cambiada por otro de tentativa de homicidio. Ante esta situación, mi primer y más importante deseo es que Jesús se restablezca y vuelva a su vida cotidiana. Eso es lo prioritario, así como prestar solidaridad a Isabel Cepeda, a toda su familia y amistades. Y también el deseo de justicia. Primero, justicia para castigar la agresión homicida, intolerable, con toda la dureza que se merece, sin justificaciones ni falsos atenuantes. Necesitan esa justicia Jesús y quienes le quieren, pero también la necesitan todas las mujeres agredidas, incluso las que no se reconocen como tales, y la necesita toda la sociedad para que compromisos como los de Jesús Neira no sigan siendo compromisos de alto riesgo personal. Segundo, justicia para averiguar, y también castigar en la medida que corresponda, por qué tras pasar Jesús por tres centros sanitarios con fuertes dolores, en ninguno se le realizó un escáner para detectar los daños. ¿Irresponsabilidad de quienes le atendieron? ¿Protocolos administrativos restrictivos de las pruebas a realizar en la Comunidad de Madrid? Debemos recordar que hace algunos meses, en octubre de 2007, fue asesinado Daniel Oliver, por David M.G., en circunstancias similares. Con insolencia machista, desde la aprobación de la Ley contra la violencia de género algunos individuos viene preguntando repetidamente "¿es que no hay violencia de género contra hombres?" Pues sí, sí la hay, la está sufriendo Jesús y la sufrió Daniel... a manos de dos presuntos maltratadores. La violencia de género es machista. Tal vez sea la hora de mirar la realidad cara a cara. Los hombres tenemos la obligación ética de comprometernos en la ruta de la igualdad. Pero, para conseguirlo, se está insistiendo demasiado en lo que "podemos ganar", en lo mucho "que nos estamos perdiendo", en la necesidad de "liberar nuestras emociones", etc. No creo conveniente embellecer ese deber. Es mejor decir las cosas claras. Estar a favor de la igualdad implica ir renunciado a los privilegios y ventajas de que gozamos los hombres, asumir responsabilidades y tareas no deseadas, y perder poder, dinero, posición social y laboral, etc. Estar a favor de la igualdad implica serios problemas con muchos otros hombres, y estarlo en serio, como Jesús y Daniel, puede implicar serios riesgos. Eso no debería echarnos para atrás, aunque muchas veces tengamos miedo y no sepamos -yo no lo sé- que haríamos ante situaciones como esa a la que ha hecho frente Jesús. Por el contrario, debe incitarnos al compromiso. Si una sencilla petición de que pare un maltrato es tan peligrosa, ¿qué será la vida de las mujeres que sufren esa violencia día tras día? Llama la atención e irrita que tanto en el caso de Jesús como en el de Daniel las mujeres agredidas hayan defendido a sus agresores. Pero eso no debe llevarnos a decir "pues qué las zurzan, si ella no quiere yo no me meto". Su no reconocimiento de la violencia que sufren expresa, precisamente, la intensidad de ésta y los enormes daños que sobre esas mujeres está causando el maltrato. Su terror, que les arrebata hasta la autoestima. Aunque eso no las exima de la responsabilidad de no ser cómplices. Algunos hombres somos pro-igualitarios y tratamos de ir cambiando nuestros comportamientos, demasiado desapcio. Pero muy pocos son igualitarios hasta el fondo, con todo el riesgo que implica. Entre ellos estuvo Daniel, entre ellos está Jesús. Merecen nuestra admiración, y la mejor forma de expresarla será tratar de imitarles. |