Stop Machismo
Miquel Monserrat

APR: un hombre como los de antes

octubre 2007



Empezaré por lo más gordo de la columna "Mujeres como las de antes" escrita por Arturo Pérez-Reverte (APR):
se nos cruza una rubia de buena cara y mejor figura, vestida de negro y con zapatos de tacón, que camina arqueando las piernas, toc, toc, con tan poca gracia que es como para, piadosamente –¿acaso no se mata a los caballos?–, abatirla de un escopetazo

Despreciable, pero no ignorable. Pues APR no puede desconocer que todas las semanas mueren asesinadas varias mujeres,  a “escopetazos”, arma blanca, golpes, etc. Que sus asesinos tampoco las ven como algo más que caballos y que, en muchos casos, también se han considerado piadosos (“dónde estará mejor que conmigo”) y, desde luego, sabiendo mucho mejor que ellas qué es lo que las conviene, qué ropas, qué calzados, qué amistades, qué horarios…
Sin duda, era una metáfora. APR no quería matarla. El lector lo sabe. ¿Dónde está el problema? El problema está en el hondo desprecio hacia las mujeres reales que emana de su columnilla. No, no incita a matar, pero sí fomenta y promueve una cultura del “todo vale”, de complicidad entre “machotes”, del insulto inmotivado, una “cultura”, ideología en realidad, sobre la que sustenta una larga cadena de injusticias que va desde múltiples micromachismos en los que casi todos incurrimos hasta la violación, el maltrato y el asesinato. Lo de APR es tan “inocente” como lo es, en un asesinato racista, ese personaje, incapaz de matar a una mosca, que se pasa el día diciendo “todos vienen a robar”. Es decir, inocente del crimen, sí, pero responsable del racismo.

No, no ha sido una frase excesiva en un momento de calentamiento. Pues no va sola. Veamos esta otra:
Haciendo, por cierto, darse por aludidas, sin fundamento, a unas focas desechos de tienta que pasan junto a nosotros vestidas con pantalón pirata, lorzas al aire y camiseta sudada; creyendo, las infelices, que nuestro «por allí resopla» va con ellas.
¿Cómo se atreve a calificar de “focas desechos de tienta” a unas mujeres cuyo pecado era ir “vestidas con pantalón pirata, lorzas al aire y camiseta sudada”? ¿Por qué se permite tanta mala educación APR?

¿Y su anacrónico clasismo? ¿No comprende que ese anacrónico “marmota dominguera” (trabajadora del hogar disfrutando de su domingo libre) parece sacado del lenguaje de un señoritingo fascistón del postfranquismo?

Sigamos. Nostalgia infantil de los tiempos en que…
las niñas, en el recreo, se recogían con una mano la falda del babi y procuraban caminar como las mujeres mayores, con suave contoneo condicionado por la sabia combinación de tacones, falda que obligaba a moverse de un modo determinado
Nada tengo, claro está, contra ningún contoneo libre, contra los taconazos ni contra ningún tipo de faldas, cada cual anda, viste y calza como le da la gana y mejor se siente. Pero hacerlo “por reglamento”, para condicionar y obligar a ciertos movimientos, parece algo ya muy lejano, aunque, al parecer, sigue teniendo partidarios. ¿Dónde ha estado este hombre encerrado los últimos cuarenta años?

Un poquito de homofobia, para que no falte de nada. Coincido en la belleza impresionante de las mujeres que cita, aunque sólo es cosa de gustos. Lo cierto es que cualquier hombre, hetero u homo, puede tener opiniones sobre la guapura de las mujeres… y sobre la de los hombres, claro, salvo que el pavor se lo impida. ¿Pero de dónde se saca él que cualquier varón normalmente constituido preferirá a Kelly que a Grant? ¿A qué viene ese estúpido “biologicismo”, esa heteronormatividad? ¿Con qué episcopalianas razones osa decir que no está normalmente constituido un hombre homosexual que se pirre, no por “dar la vida” -vaya estupidez, suena a eso de “patria o muerte”- sino por pasar la vida, o una parte de ella, retozando con alguien tan esplendoroso como el señor Cary Grant?

Y esto nos lleva a “la teoría”. APR tilda de imbéciles, en  otra muestra de muy mala educación, a quienes consideramos que muchos de los comportamientos habituales entre los varones no derivan de nuestro sexo biológico sino de una concreta historia de interrelaciones entre la construcción social de los géneros hombre/mujer y nuestras trayectorias y decisiones personales. Por ejemplo, el que las mujeres carguen con el trabajo doméstico no es algo “propio de su sexo”, sino marca de género. En realidad, muy pocas cosas hay que dependan del sexo biológico. Nada tengo en contra, y hasta comprendo, que Sofía Loren arranque aullidos a APR, pero no entiendo a cuento de qué lo considera como “propio de nuestro sexo”. No todos los hombres, heteros u homos, aúllan, y tengo una amiga que ruge cada vez que aparece Sofía Loren. Diferenciar entre “sexo” y “género” es hoy emancipatoriamente útil para evitar que se naturalicen comportamientos que están marcados por el signo de la desigualdad social, no por los genitales.

Bien, titulé este artículo “Hombres como los de antes”, pero desgraciadamente no es cierto. No estamos ante los restos de un “antes”, sino ante la expresión no vergonzante de lo que ahora sigue siendo. En mayor o menor grado, todos somos APR. Nos queda mucho camino por recorrer. No se entienda esto, por tanto, como una demonización de APR, cuya vida íntima desconozco y que quizá haya hecho muchas menos machadas que yo. Se trata de que hay expresiones públicas que no debemos dejar pasar por alto, pues tienen consecuencias. Se trata de que, como dice Michel Flood, para ser “antisexistas” no debemos esperar a habernos transformado en perfectos no-sexistas.

No estamos hablando de una obra literaria, en la que autor y personajes difieren. Hablamos de una columna de opinión. Me ha sorprendido leer en algún foro que al tratarse de un artista había que admitirle cierto margen de “incorrección política” y de grosería, como tributo a su genialidad. Grosería, desde luego, hay mucha, su escrito rezuma mala educación, de “la de antes” y de “la de ahora”. Dejemos de lado el cuento de lo “políticamente incorrecto”, expresión absurda bajo la que se protege a cualquiera que pueda ser criticado, como si por eso fuera ya un hereje perseguido por la inquisición. Así que vamos al grano. Esto no tiene nada que ver con la condición literaria de APR, a mí no me interesa su obra literaria, pero lo mismo diría si el artículo lo hubiera escrito Javier Marías, uno de los más grandes escritores contemporáneos, del que, por cierto, me indignó su “Mozas no muy gallardas” encubridor de lo que  realmente había escrito APR.

No pretendo “censurar” este tipo de artículos, pues creo que deben poder escribirse y publicarse, aunque me parezcan infames, y menos aún llamo a un “boicot” de la obra de APR, aunque a mí me aburra. Nada de eso, ni censura ni boicot. Se trata, pura y simplemente, del contenido machista de la columnita “Mujeres como las de antes”, que merece ser contestado, dada su gravedad. Aunque cierto es que la fama de Arturo Pérez-Reverte lo hace más necesario, ya que da más difusión a sus opiniones y, por tanto, tienen más consecuencias. Si insulta en público, se le responde en público.
 

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